Tormenta de verano

¡Hummm! Me encantan las tormentas de verano. Esos días calurosos, bochornosos, agobiantes, que al final acaban en lluvia; cuando esas preciadas gotas del líquido elemento traen frescor y olor a tierra mojada. Los rayos, contar los segundos, los truenos… La penumbra del cielo. Todo.

Hacía tiempo que no disfrutaba de un chaparrón en condiciones. Ahora el trabajo y tanto invento electrónico impiden desterrar el paraguas y pasear bajo la lluvia despreocupadamente.

Recuerdo algún verano paseando de noche por el parque, y cómo al empezar la tormenta, en vez de huir y refugiarse como la mayoría de la gente, simplemente te tumbabas en la hierba, respirabas y sentías el frescor de la lluvia torrencial empapando toda tu ropa. Y también cómo no, la vuelta a casa, chorreando, con un mar en los zapatos pero muy feliz y contenta, y relajada!

Supongo que habrá un componente instintivo, ancestral, que nos hipnotiza al igual que el fuego.

Hoy por fin a vuelto a ser una de esas noches, la gente me miraba raro, supongo pensarían que estoy loca, pero ha sido el final perfecto para un lunes no tan perfecto.

Y digo yo, en esta vida ¿que es perfecto? Lo que tu quieras que lo sea. Viva la lluvia!